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Perspectivas

Claudia Piñeiro: “escribir es la más democrática de todas las artes”

Una posibilidad que se encuentra al alcance de las manos.

Convocamos a la prestigiosa escritora para, juntos, trazar un recorrido sobre el desafío de expresarse a través de la palabra escrita, elaborar un acto de comunicación, construir un relato. Una posibilidad que se encuentra al alcance de las manos.

Por el equipo editorial de Aprender Salud. Nota publicada originalmente en la revista impresa, edición Marzo 2015.

Es sabido que leer hace bien, estimula la memoria, las funciones del cerebro, la imaginación. Pero ¿qué sucede al escribir? Con la certeza de que este también puede ser un acto de expresión que genere bienestar -incluso que pueda colaborar a la hora de prepararse para un encuentro con el médico- nos propusimos dialogar con la prestigiosa escritora Claudia Piñeiro. El resultado, esta cálida conversación que los invitamos a disfrutar.

¿Cuándo comenzó tu relación con la escritura?
-Siempre escribí y me pensé a mí misma como escritora. Lo que pasa es que uno no sabe cuándo es escritor, si es porque escribe, porque lo publican o por qué. Yo escribí siempre, por ejemplo desde mi primer sesión de análisis, estaba callada y escribía luego. No tengo dudas de que mi forma de expresarme es la palabra escrita, mucho más que la palabra dicha. Cuando era contadora también escribía, eso está bueno aclararlo porque siempre me lo preguntan. 

¿Cómo nació esa necesidad de escribir?
-En mi caso creo que fue por los silencios de mi papá, por eso mi último libro, “Un comunista en calzoncillos”, que cuenta los días y semanas en los que mi papá no nos hablaba. Creo que la base de mi escritura está en esos largos silencios, que después mantuve en análisis, por eso llevaba la palabra escrita. 

Y cuando uno escribe, ¿cómo juega lo propio, cómo se distingue tu historia personal de lo literario?
-En todo lo que escribí hay cosas mías, personales, en todo. Pero mucha gente cree que mi libro autobiográfico es  “Las viudas de los jueves” porque vivo en un country, o “Betibú”  porque la protagonista es una escritora. Y a lo mejor yo tengo mucho más de algún personaje masculino que aparece en una novela. Por ejemplo, una vez fui al cine con mi ex marido y, cuando salíamos, alguien me paró porque había leído el libro “Tuya”. Le golpeó el hombro a él y le dijo: “bien ahí Ernesto”. Porque Ernesto es el hombre que le metía los cuernos a la mujer ¡Como si él fuera Ernesto y yo fuera cornuda! (risas).

Yo doy talleres literarios y a mis alumnos les propongo, cuando me doy cuenta de que el texto que traen es muy pegado a la realidad, que lo corran. Por ejemplo, si ellos están contando una historia familiar y tienen tres hermanos, que pongan dos. Y si uno es varón, que sea mujer. Aferrarte estrictamente a la realidad no sirve ni para lo literario, ni para nada.

Incluso en la salud...
-¡Incluso en la salud! Cuando uno va al médico o al psicólogo lo que hace es la novela de su vida, arma algo que no es su vida de verdad sino un relato. Un relato que hasta puede no ser cierto para otro, que si escuchara diría “yo no fui así con vos”.Y el psicólogo te la completa para que puedas seguir adelante...
 
Hay una frase que dice “no podemos conocernos pero quizás sí relatarnos”. Y, por otro lado, al relatar, a veces lo histórico, el detalle de los hechos le gana a lo subjetivo, a la percepción particular, lo que uno sintió...
-Es cierto, a mí me pasó que mi papá jugaba al tenis a pesar de vivir en un lugar bastante humilde, era extraño pero le gustaba. Y había algo con las raquetas de madera que tenía un significado especial, había que cuidarlas mucho porque no se podía comprar otra. Una vez escribí para el diario sobre el tema y mi hermano me empezó a discutir que esa no era la marca que usaba, era otra. ¡Pero la marca no tenía importancia para el relato! (risas)

Lo curioso es que, al hablar de esto, se dice que alguien lo tomó “literal”, tuvo un exceso de literalidad... 
-¡Pero es todo lo contrario! (risas). Se usa mucho ese término para referirse a lo textual. Desde lo literario tratamos de ficcionalizar el relato en favor de lo que estamos contando. La escritura es un acto de comunicación. Siempre hay alguien que se pone a contar una historia y te dormís, mientras otros te dejan al borde de la silla esperando qué sigue. Y en la escritura también pasa eso.
No me interesa quien es el otro -si vos, ella o uno mismo desplazado- pero sí pienso que, del otro lado, hay una persona. Y la trato de seducir con lo que estoy contando, mantener su interés a través de las palabras que elijo, los personajes, etc.

Escritor es el que escribe para otro, no para sí mismo, se dice...
-Sartre decía que si no hay un lector, escribir serían “sólo manchas negras sobre un papel blanco”. Y  hasta que eso no entra en la cabeza del lector y se procesa, no es nada. A mí me pasó cuando fui a la Feria del Libro, me encontré por primera vez con gente que había leído “Las viudas de los jueves” y me hacían preguntas o comentarios sobre lecturas diferentes al sentido que yo le había dado. Muchas veces pasa que el lector interpreta de otra forma lo que uno escribió y te lo tenés que bancar, es su derecho y ahí se completa la comunicación. El texto no está cerrado, si fuera así valdría bastante poco, sería una bajada de línea moral donde yo digo cómo hay que pensar.

¿Qué sucede con quienes escriben pero no para ser escritores?
-Esa también es gente que escribe, que es la más democrática de todas las artes. Yo no puedo pintar un cuadro, tocar el piano o componer, haría un desastre si me lo propongo porque no sé, no tengo el saber. Sin embargo, todos podemos escribir, no se necesita un saber adicional como sí lo requieren otras expresiones artísticas. ¡Hoy casi que hay más gente que escribe, que gente que lee! 

¿Esto se nota más con el uso de las nuevas tecnologías?
-Hoy se multiplicó la gente que escribe, hay más formatos y creo que hasta se trasladó el mensaje hablado a la escritura. Me parece que, con los hijos, es más fácil comunicarse con mensajes escritos que orales, por ejemplo. Nos acostumbramos a enviar un Watsapp o un mail que a hablar por teléfono. ¡Porque es más probable que tu hijo te conteste el mensaje a que te devuelva la llamada! (risas). Además, el mensaje está limitado a que el otro pueda seguir la charla o no, no pasa nada. Por teléfono es más violento, “no te puedo atender” y le cortás (risas).

Es un escribir más cotidiano, una expresión..
-A mí me pasó hace poco que alguien escribió en mi biografía de Wikipedia que había muerto, en realidad la fecha que puso fue en el futuro. Por supuesto que no me causó gracia pero lo que yo creo -hablando de la expresión- es que esa persona usó mi biografía de Wikipedia como una pared para escribir un grafitti y que otros lo lean. 

¿Cómo sería eso?
-Volvemos a lo mismo, la necesidad de escribir para un otro. Yo pienso que fue así: imagino a alguien haciendo un chiste, pensando que los otros lo iban a leer pero que generó un efecto mayor. Escribió en una pared no convencional o de calle pero sí un lugar visible, visitado y con la necesidad de ser leído. 

Creo que hoy Internet funciona de esa manera, la gente comenta noticias en los diarios para que otros los lean, armen debates o discusiones. Es un género nuevo, “escribir esto que alguien va a leer”. Me acuerdo de mi abuelo, protestando acerca de las noticias frente al televisor, lo escuchaba yo nada más (risas). Ahora se lee, mucha gente va directo a los comentarios de una noticia, que funciona como disparador. ¡Y cumplen el objetivo, son leídos!

Es como comunicar la existencia de uno a través de ese comentario...
-Exacto, yo existo a partir de que otro me lee y hasta, quizás, me contesta. Se arma una relación que era imposible en otro escenario, ¡a mi abuelo no se le acercaba otro y le contestaba el comentario! Pero estos abuelos sí tienen quien les conteste y lo mismo sucede en Twitter, donde hay gente que te nombra para que vos le contestes y así lo pueda leer más gente.

Y ese formato corto ¿es contundente como propuesta, no?
-Es interesante en sí porque te obliga a una síntesis precisa. La gente, incluso, se quejaba al comienzo y hasta llegaron a pedir “que se extiendan los 140 caracteres”. Yo dije que de ninguna manera porque me parece que ese medio te plantea esto y, si no te alcanza, no es el lugar. Cuando llegan mails de una página entera uno casi ni los lee, no tenés tanto tiempo. 

¿Cómo creés que se encuentran las palabras justas?
-Es un desafío, por un lado, a la hora de trabajar me corrijo muchísimas veces y sigo corrigiendo hasta el día de entregar la novela. Pero en lo cotidiano me suele suceder -y me llama la atención- que la gente me comenta, por ejemplo en una reunión de padres: “dijiste lo que yo quería decir y lo expresaste perfecto”. Me pasa que el otro reconoce que puedo expresar lo que quiso decir con las palabras justas, pero sobre temas comunes, se ve que hay gente que le cuesta mucho porque me lo dicen.

¿Qué sucede cuando se encuentran esas palabras?
-Hay una observación de la palabra que es intransferible, me sucede con los alumnos cuando, al cambiarles una palabra de lugar, la potencia y el sentido de lo que dicen aumenta, aunque no sea incorrecto lo que estaba antes. Y el escritor tiene una mirada permanente sobre eso, sobre lo que le va a provocar al otro esa lectura. Como cuando un profesor le dice al alumno “que bueno lo que hiciste pero tal cosa”, ese pero anula lo anterior, al chico le queda lo otro. En cambio si le dice “che, que fea letra pero lo que pusiste está buenísimo”, ahí cambia el efecto.

¿Y tiene un nombre esa habilidad?
¡Si, escritor! (risas).

claudia