Perspectivas
Diego Capusotto: El humor como afrenta a las cosas que nos angustian
“El cómico se ríe de las enfermedades pero también las sufre. Sin embargo, en ese juego de ficción, lo que hace quizás rebota en el otro, le sirve”.
Por el equipo editorial de Aprender Salud. Nota publicada originalmente en la revista impresa, edición Septiembre 2014.
Diego Capusotto nos recibió amablemente en su casa del barrio porteño de Barracas donde, en una charla tan profunda como desopilante, reflexionamos sobre las posibilidades que abre el humor para hablar de temas relacionados con el cuidado y la búsqueda del bienestar pero también la exageración, el consumo y la sobrecarga de información a la que estamos expuestos actualmente.
De todas las entrevistas posibles, nos interesa abordar juntos el tema de la salud. En principio ¿qué significa para vos?
-De mí salud tengo que encargarme yo como decisión personal porque también uno elije como degradarse. Hay algunos cuidados que, con la edad, empezás a tener, buscando aletargar la decadencia física natural. Por ejemplo, yo intento mantener el cuerpo en funcionamiento, sobre todo cuando no estoy haciendo el programa, porque creo que el cuerpo necesita moverse, es una percepción personal. En ese aspecto mantengo un cierto ordenamiento, no sé si cuidado.
Pero la vida va por otros aspectos y uno no puede tampoco estar obsesionado con el tema salud. Lo que más me preocupa es hacer lo que me gusta y, ante el problema físico, consulto a quien sabe más que yo. El médico tiene la necesidad de alertar ya que la salud está relacionada con la calidad de vida. Pero no tengo la obsesión, incluso soy fatalista. Tengo una alimentación basada en la carne y todas esas porquerías -que son lo más rico- pero también cierto cuidado porque hay un momento que, el devenir de la edad, te coloca en un lugar donde vos mismo elegís, de alguna manera, racionar las cosas que antes hacías con más asiduidad y hoy no.
Yo paré bastante de comer carne, que comía todos los días, paré de tomar whisky, que tomaba a diario, y tomo cada tanto. Y hay algo que me gusta mucho, que es beber vino tinto, y no lo voy a dejar de hacer...
Cuando tenés 50 años empezás a tener triglicéridos, que antes no tenías...Y bueh, ¡yo no tengo problemas en intentar bajarlos! Porque eso no me altera, lo que sí me altera es no poder hacer lo que tengo ganas y eso tiene una relación directa con la salud. Después, “antecedentes primarios, dos puntos”... (risas). En resumen, la vida es un transcurrir de amores, besos, placeres, muerte, todo eso junto. Pero cuanto más te obsesionás por la salud, peor te ponés.
Nosotros vemos mucha exageración en los discursos sobre temas de salud que insisten con el yogur mientras la cerveza es un lugar de “encuentro” y el único villano es el cigarrillo...
-Yo noto que el poder económico arrasa con todo y ahí está lo que podés consumir y lo que no. Y vos tenés que estar alerta a que cualquier relato siempre es sospechoso... Lo que nosotros hacemos en el programa, junto con Pedro Saborido, es desmitificar casi cualquier relato. A veces porque sospechamos que ese relato tiene algo de falso y otras para escapar de la angustia.
Como la cerveza Alzheimer...
-Ahí también se ve, sobre todo el mensaje que da la publicidad, donde la bebida genera un microclima que se desvirtúa en la parodia. Como dice Pedro en la locución, es “la parte de la fiesta que no te cuentan”. La publicidad no te dice que la cerveza no daña sino que acompaña una situación de aventura, de fiesta, que te saca del lugar ordinario, común. Y, en este caso, es la fiesta que termina mal, es el juego que hacemos donde algo que iba a terminar bien, termina mal. Por eso el médico que mira la radiografía nunca te va a decir que tenés una enfermedad grave sino hace todo el tiempo “mmm... mmm... mmm...” porque es el Dr. Ricardo Vaca (risas).
Continúa...
Y ese “mmm... mmm...” produce sufrimiento...
-Por eso, en la ficción, uno se desprende de ese posible sufrimiento real y puede volverse gracioso. Yo pensaba en un sketch que nunca hicimos, donde el médico está mirando unos análisis y le dice al paciente: “bueno, siéntese, llame a su mujer, llame a su familia...”. Y con toda seriedad le termina diciendo “está todo bien, usted... no tiene nada” ¡Y el tipo se termina angustiando como si le dijeran que tiene cáncer! (risas).
Entonces la mujer lo contiene, lloran, lo lleva a la casa y, a partir de ahí, todo lo que pasa en la vida de esta persona que se enteró que no tiene nada...(risas). Se abraza con su familia, no sabe como decírselo a sus hijas: “¿cómo lo van a tomar?”. Dice: “a partir de ahora voy a hacer de todo porque total...no tengo nada” (risas). Junta a los amigos en una cena y ellos también le dicen “bueno, peleala, fuerza...”. Va a a un grupo de autoayuda donde asiste gente...¡que no tiene nada! (risas). Lo interesante es ese inverosímil de una situación que, en lo real, te tendría que poner contento pero te angustia.
Pero una vez que la duda se instala, no siempre desaparece por la razón, por un análisis que da bien...
-Y es como el miedo al miedo, la medicina siempre está en el humor. Yo supongo que todo eso que nos angustia, que nos da temor o incertidumbre, motiva a que exista tanto humor sobre temas de salud. Es el Tenedor Libre La Angioplastía, ese inverosímil del nombre de un lugar que te abre las puertas para que vengas y mueras sin parar de comer (risas).
Sobre la exageración, el tenedor libre La Angioplastía es un buen ejemplo...
-Sí, el comer hasta reventar, es una observación de la parrilla libre -que a mí no me gusta- pero es muy común, eso de “poneme más, poneme más”. Lo único que existe en ese momento es engullir. Y también esa idea está relacionada -así como nosotros hacemos humor para huir de algo- el comer de ese modo, a lo mejor, es escapar de alguna cosa, con un componente también adictivo, meterse cosas para olvidar...
Además le agregamos otra cosa, ellos no solo desafían sino que vencen a la muerte porque, mientras a uno lo operan ahí mismo, los demás le gritan “¡eeh, ese no se la aguanta!” (risas). Y probablemente mañana hagamos otro sketch donde venga La Parca y se la morfen también ¡Nadie puede contra ellos! (risas). En ese contexto no ven a una persona que está descompuesta, hay una especie de afrenta a la idea de la muerte y de la salud también... Y la ficción es un recurso que permite ese control de la propia vida, sos invencible. Es como cuando uno jugaba de chico...
¿Qué posibilidades abre el humor para abordar estos temas?
-Siempre el humor habló de la tragedia o de temas que tienen su gravedad en donde también están incluidos los sistemas políticos, cómo se comporta el hombre, la sujeción del poder en ámbitos como la educación y, también, la salud. Y puede ser que, de tanto hablar de ella, genere un cierto poder, una especie de “dictadura de la buena salud”, que tampoco se sabe bien qué significa o garantice que estés 100% protegido. Eso no implica que no tengas tu propia introspección y saber cuál es el cuidado que a vos te hace mejor.
¿Cómo ves el vértigo de información actual?
-Con el tema de Internet hay, todo el tiempo, cuestiones ligadas a lo espiritual y a la salud, como por ejemplo desmitificaciones del tipo “ahora salió que comer dos huevos duros hace bien” o “ejercicios que curan el cáncer, te crece el pelo...”. Hay tanta información que se hace complicado... Muchos de los cuidados, que tanto se promocionan como soluciones mágicas, no implican una mejor calidad de vida. Y el “deber ser”, el “cómo se debe” todo el tiempo intenta sacarte de tu propio pensamiento, impide conocerse a uno mismo. Hay tanta información que terminás no conociéndote a vos sino a toda esa información que consumís. Los mismos que te dicen “conocete” te llenan de información que te obstaculiza, impide tomarte tiempo para conocerte.
“Hoy hay tanta información que la palabra, lo que es escuchado, a mí me daña más la salud que un choripán.”
¿Cómo se puede superar este desafío?
-La única manera de estar “sano”, en este devenir de tanto vértigo de información, es la elección de lo que hacer y lo que no, estando alerta a una especie de voz propia. Porque si te vas a creer todo lo que escuchás, estás en problemas. En definitiva, donde te agarre la muerte o la enfermedad, es “hasta acá qué hiciste”.
El cómico se ríe de las enfermedades pero también las sufre. El tabaquismo es un problema ya que es una adicción legal, a mí me encantaría dejarlo y no puedo, opera en otros lugares que son más complejos. Es como la palabra paciente ¿qué es paciente, alguien que tiene que esperar? Entonces uno podría decir: habría que ser un poco más valiente -menos paciente- y ser más activo. ¡Pero es muy difícil!
¿Tenés en cuenta los potenciales efectos que tiene en la gente lo que hacés?
-No lo sé, sin embargo, en ese juego de ficción, lo que hacemos quizás rebota en el otro, le sirve. Y eso es porque lo que hacemos comunica, traspasa nuestra propia voluntad y es entregado al otro, al que le puede pasar algo o no, eso es otra cuestión.
Por un lado, fijate que Micky Vainilla aparece en un programa de humor y mucha gente -que piensa como él- se siente suavizada porque ve que un personaje de la televisión dice lo que él piensa, lo toma como referente o como ídolo cuando, en realidad, nuestra intencionalidad es otra. Y La Angioplastía entra en un código de exageración, no creo que alguno diga “vamos a matarnos como estos”, empezaría a ser como un circuito de idiotas de los cuales ya no me hago cargo (risas).
También sé de casos de gente a quienes cierto sketch los ayudó a atravesar algún sufrimiento. En algún punto, el humor, quizás no sólo nos cura a nosotros de posibles intoxicaciones, también puede producir un efecto festivo, de buenas sensaciones, de bienestar, en el otro. Y, en definitiva, antes de la salud, primero tenés que estornudar...
