me clavo el visto
Aprender Salud

Me clavó el visto... Los vínculos y el WhatsApp

¿Cómo afectan estas novedosas tecnologías a las relaciones, al amor? ¿Qué sucede en el caso de los grupos? ¿Tenemos herramientas para limitarlas?


“Ya no se trata de si estás de acuerdo o no estás de acuerdo: el WhatsApp es parte de nuestro mundo, de nuestras relaciones. La tecnología, la comunicación y lo que está sucediendo alrededor de ello están cambiando las maneras de relacionarnos. ¿Que están produciendo en las parejas? ¿Qué se está generando entre las familias o amigos? ¿Cuáles son algunos efectos en nuestras relaciones, nuestros vínculos?”

Quien introduce el tema es la Lic. Sonia Kleiman, directora de la especialidad “Familias con niños y adolescentes” y coordinadora del Comité de Ciencias Sociales y Salud, del Dpto. de Investigación del Instituto Universitario del Hospital Italiano.

La convocamos luego de asistir a una conferencia en la cual expuso, junto a investigadores del CONICET, un trabajo sobre el WhatsApp y las esperas en el amor titulado como esta nota (ver acá). “Traje el tema al Hospital porque me pareció fantástico que le pongan ese nombre. Siempre las investigaciones llevan nombres rimbombantes y que sólo se mueven en los circuitos académicos, no les llegan a la gente”, señala.

Nuestras expectativas, en la pantalla

El corto español Doble check hace referencia al tilde celeste, el famoso visto del WhatsApp, y escenifica cómo puede surgir un conflicto en una pareja a través de esta utilidad de la aplicación. Esta situación se repite en otras redes sociales, “No me llamó en todo el día pero estaba en Facebook”, “le mandé un mensaje y solo contestó OK” y pone de manifiesto las expectativas que tenemos de las respuestas, de cómo pueden resultar gratificantes o frustrantes. En palabras de la Lic. Kleiman:  

“En las parejas y en todas las vincularidades se da una zona emocional que se llama la representación, el otro pensado. Es la película que nos hacemos del otro, nuestras expectativas, nuestros deseos. Y estas representaciones se ponen en juego especialmente a la hora de enviar o recibir mensajes. Le mando y espero que me responda de manera inmediata. Y que esa respuesta cumpla mis expectativas, lo que espero recibir. ¡Pero infinidad de veces no se cumple tal cual! Porque el otro está ocupado, está trabajando, no puede responder, etc... O porque en ese momento está concentrado en otra cosa, o no tiene ganas.”

“Hay como una idea de continuidad constante y de cierta irritabilidad cuando eso no se da. Y eso no tienen nada que ver con el amor, el cariño o la consideración del otro. Pero al ser un dispositivo que tiene una cuestión tan inmediata y tan visible, empiezan a aparecer una serie de circunstancias que -efectivamente- muchas veces generan intensos conflictos en las relaciones”, señala.
 

La escritura y los conflictos por la interpretación. Una coma, una palabra abreviada, un punto que falta, un signo de pregunta -colocado o sin colocar- pueden modificar completamente el sentido de un mensaje y llevar a la confusión: “en muchos momentos se producen situaciones de sufrimiento porque los mensajes escritos tienen mucho de interpretación”.

Audios, entre la comodidad y el agobio. Es una herramienta muy potente y cómoda para quien envía. Pero la demanda de atención y de tiempo que implica recibir un mensaje de audio de varios minutos, ¿qué pone en juego?

“Te mandan un audio y, supuestamente, lo tenés que escuchar porque te lo mandaron y porque no podés contestar nada si no lo escuchaste. Se produce una imposición difícil de sortear. Tal vez una respuesta posible sería escribime, o no lo puedo escuchar. El problema es si se genera el par disponibilidad/incondicionalidad: sí o sí tenés que estar; si no me contestás, te mando un audio; si no me contestás el audio, te mando un mensaje y después te llamo. Ese pedido de incondicionalidad es realmente agobiante. Lo importante es empezar a registrar eso que sucede y no quedar capturado por ese rol”, explica.

Los vínculos en tiempos del consumo
En este apartado, exploramos junto a la Lic. Kleiman, cómo nos relacionamos a través de estos dispositivos, en pleno auge de una sociedad de consumo inmediato y permanente.

La poca tolerancia a la espera, signo de nuestros tiempos. Hoy tenemos un ofrecimiento muy fuerte de consumo y los dispositivos están literalmente al alcance de la mano: “uno tiene diez minutos y dice: me voy a ver la serie de Netflix”. ¿Qué sucede con los usos, las esperas, con el aburrimiento?”, comienza señalando.

“La espera pasó a ser algo negativo. Hay un problema con los ritmos, con el aburrimiento, con tiempos que requieren cierto vacío que puedan dar lugar a la creatividad. Los dispositivos -tan al alcance de la mano-  rápidamente pueden obturar estos tiempos de espera o de cualquier cosa que no sea una satisfacción inmediata. Esta es una problemática de la sociedad contemporánea, que tiene muchas ofertas para evitar toda zona que pueda producir cierto grado de ansiedad o, de alguna manera, tener que esperar”, explica.

“¿Cómo se puede producir un tiempo en donde la espera no sea vivida como algo frustrante sino como espacio interesante, donde va a pasar algo de la aventura, del suspenso, de la creatividad? Se requiere cierta resistencia: habrá que transitarla, desafiarla, ponerla en juego”, completa.

“Hay un problema con los ritmos, con el aburrimiento, con tiempos que requieren cierto vacío que puedan dar lugar a la creatividad.”

Usos, abusos, posibilidades y limitaciones. “Ante todo son fantásticas las posibilidades que nos traen las nuevas tecnologías de la comunicación. Estás de viaje y hablás con alguien, le mostrás tus fotos, hay resonancias afectivas... Y las personas están buscando conexiones, compañía, estar en red, evitar la soledad”, señala Sonia. ¿Cuáles son los usos y abusos que hacemos de estos dispositivos?

“El otro día alguien me dijo que vio diez horas una serie de Netflix, ¿Y, te divertiste? Bueno, al final estaba un poco cansado...  Algunas  opciones, como Netflix, realmente son fantásticas en su posibilidad de uso. Pero es difícil discernir cuándo y dínde empieza a darse un uso compulsivo, un exceso, quizás compensador de algún estado emocional que no encuentra modo de expresión, por ejemplo tristeza, decaimiento, desolación”, señala la Lic. Kleiman.

Los criterios de intimidad, privacidad y de lo público también están cambiando. Hoy nos llegan -y respondemos- mensajes del trabajo los fines de semana, o mensajes personales durante el trabajo. Hay parejas que comparten sus claves, sus teléfonos y otras que guardan celosamente su privacidad.

“Yo creo que no se pueden seguir sosteniendo los mismos criterios de intimidad, privacidad y de lo público porque realmente los bordes, actualmente, son otros. ¡Si te buscás, vas a aparecer mil veces en Internet y ni sabías que estabas ahí! Son otras condiciones de vida, de subjetividad y de vincularidad.”

Aceptar que somos testigos y protagonistas. “No es sencillo aceptar que mucho no sabemos. Por ejemplo, ¿cuáles los efectos de las nuevas maneras de vincularse que produce el uso de la tecnología? Las teorías siempre están después de las prácticas, las prácticas nos adelantan”, detalla.

“Yo creo que debemos tener la posibilidad de aprender, de sorprendernos. También es muy importante poder elegir. Yo no tengo la tilde en mi WhatsApp porque porque, por un lado, no me gusta que alguien se sienta poco tenida en cuenta si no puedo contestar enseguida. También quiero poder decir que no estoy siempre disponible.. Me escriben y, en el momento que puedo, lo veo. Son elecciones, son decisiones.”

Elegir cómo participar. “Hace un tiempo me incluyeron en un grupo -yo ni sabía- y había 80 personas mandando mensajes. Entonces pedí por favor -con mucha cordialidad- que no iba a poder participar. No es que no existe la posibilidad de poder elegir, de decidir. No es fácil, pero existe la opción. Yo creo que hay que difundir eso, existe la opción de elegir en qué participar, de qué manera querés participar”, destaca Sonia.

“Este es un instrumento maravilloso, siempre y cuando no sea alienante de la vida amorosa, laboral. Hay una tarjeta de crédito que decía: Ves, querés, tenés. Esto representa la modalidad de esta sociedad, donde todo tiene que estar disponible, inmediato y sin esperas las 24 horas: el banco, el kiosco y también nosotros. Se crea una fantasía ilusoria, una ficción.”

“La idea es no adherirse -en automático- a todo lo que va surgiendo como posible modo de conexión. Entonces allí, en ese momento en que uno dice ¿Facebook, Instagram, Linkedin, Twitter? ¿Cuántas horas, cuánta dedicación aporto, me aportan? Y allí aparece la pregunta: ¿cómo elegir?”, concluye.

“La idea es no adherirse -en automático- a todo lo que va surgiendo como posible modo de conexión.”

 

Grupos de padres de la escuela: ¿un mundo invadido por los adultos?

Los grupos de WhatsApp surgieron y se sostienen como una posibilidad conectar las más diversas configuraciones de personas. Así, podemos estar participando de un grupo familiar, dos o tres de amigos, o tantos más de actividades laborales o hobbies, etc.  Aquí Sonia Kleiman analiza el caso de los conocidos grupos de papis y mamis.

“En algún punto esos grupos son importantes, por ejemplo, si los chicos se van de campamento. También cumplen otra función, la de crear relaciones, crear red en gente que tal vez antes estaba muy sola, eso es interesante. Pero también es como la creación de una especie de mundo paralelo al de los chicos, bastante intrusivo”, comienza explicando.

“La escuela siempre fue un ámbito de mayor privacidad y posibilidades para los chicos, de estar con sus compañeros en una relación donde no estaba incluida todo el tiempo la familia, donde hay otros aprendizajes, otra complicidad, otras relaciones y hasta otros modos de pelarse.”

“De pronto, ese tiempo de los chicos empieza a estar realmente invadido por los comentarios en los grupos, comentarios incluso muy incómodos, donde se toma partido por tal o cual situación, de las que se enteran por ese medio, aún antes de encontrarse con sus hijos. Allí se abren zonas complejas y difíciles, aparecen agresiones, exclusiones, hasta discriminación que discurren por el grupo de WhatsApp. Tanto padres, madres y chicos padecen los efectos de estas situaciones”, destaca.

“Habría que diferenciar cuidar de controlar. En estos grupos -más que cuidando- muchas veces se está vigilando y controlando a los otros. Cuanto se utiliza el grupo para estar conectados, ayudarse, estaríamos en el modo de cuidado. Cuando se intenta evitar toda ausencia haciendo uso excesivo de estar presente todo el tiempo, ya es control. El uso del WhatsApp puede convertirse en un consumo más, a veces adictivo, como otros consumos”, concluye.

“Sería una buena propuesta que, en los grupos, se piense como usarlos. Si hay algunas reglas a compartir, si es factible cuidar tiempos, horarios...”

 

Publicado en Revista Aprender Salud #47 - Diciembre 2018

 

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